lunes, 20 de agosto de 2012

Las crisis económicas en la Biblia: El caso de José en Egipto



¿Habla la Biblia de crisis económicas? Un simple recorrido por las Sagradas Escrituras nos revela que, efectivamente, con relativa frecuencia, el pueblo de Dios ha tenido que enfrentar, a lo largo de su historia, problemas de penuria económica y de escasez, con las duras consecuencias que ello acarrea: emigraciones, situaciones de violencia y explotación, pobreza, etc.

Quizás por el cansancio que experimento ante los discursos vacuos de nuestros dirigentes, he decidido buscar en la Biblia alguna palabra de sabiduría que ilumine nuestras crisis actuales. Mi mirada no es la del exegeta especialista, ni mucho menos, sino la de un simple creyente que intenta escuchar la voz del Señor en medio de los entresijos de la historia.

Mientras más leemos la Palabra de Dios, más vamos adquiriendo una mirada creyente, teologal, de los acontecimientos que jalonan nuestra existencia. Es lo que San Pablo llama renovar la mente (Rom. 12, 2), una transformación de nuestra manera de pensar, pues los cristianos hemos de tener la mente de Cristo (1 Cor. 2, 16).

La historia de José, el hijo de Jacob, en Egipto

La primera parada de la travesía es el texto bíblico quizás más emblemático sobre el tema de las crisis: el caso de José en Egipto (Gen. 37, 2 – 50).

A quienes nunca lo han hecho, les invito a leer de corrido la historia de José, el hijo de Jacob. A través de esta narración conocemos cómo la descendencia de Abraham se establece en el país de Egipto.

La historia es bien conocida: José, hijo de Jacob, es vendido por sus hermanos a unos mercaderes que lo trasladan a Egipto, allí se convierte en el mayordomo de Putifar, un alto funcionario del Faraón. Acusado injustamente por la esposa de su amo, que pretende los amores del joven hebreo, es encarcelado.

Mientras está en la cárcel, interpreta los sueños del copero y del panadero del Faraón, compañeros de su infortunio. Su vaticinio se cumple exactamente, pero es relegado al olvido.

En este contexto, el Faraón tiene un sueño singular: la visión de siete vacas gordas y saludables, seguidas de siete vacas famélicas que consumen a las vacas rollizas. En un segundo momento, esa misma noche, contempla siete haces florecientes de trigo, y a continuación siete haces pobres y resecas del mismo cereal.

En vano el Faraón llama a consulta a los sabios y entendidos de su pueblo, nadie logra una interpretación satisfactoria del sueño. El copero se acuerda entonces de José, quien comparece de inmediato ante el Soberano. El hijo de Jacob le explica, por fin, el significado de su enigmática visión nocturna:

Las siete vacas buenas son siete años de abundancia y las siete espigas buenas, siete años son: porque el sueño es uno solo. Y las siete vacas macilentas y malas que subían después de aquéllas, son siete años; e igualmente las siete espigas flacas y asolanadas, es que habrá siete años de hambre. (Gen. 41, 26-27)

En previsión de lo que Dios ha revelado a Faraón, José le sugiere que ponga al frente del país a un hombre prudente, que sea capaz de guardar en graneros,  durante los años de abundancia, el quinto de los víveres, y de los productos de la tierra, de tal forma que cuando sobrevenga el hambre, la población tenga recursos suficientes para alimentarse.

El Faraón no sólo acepta su propuesta, sino que le nombra Primer Ministro, para que él mismo se encargue de realizar lo que aconseja, dotándolo de plenos poderes para ello. Su política da resultado: al sobrevenir la crisis, el país está preparado y puede afrontar la escasez sin perecer, pudiendo incluso surtir de alimentos a otras naciones vecinas.

Básicamente esta es la historia, a continuación se inserta el accidentado encuentro del Primer Ministro egipcio con sus hermanos, y con su padre Jacob, quienes bajan de Canaán a Egipto en busca de alimentos.  

¿Qué enseñanzas se derivan de esta bella historia bíblica? 

Sin pretender agotar su riqueza, ni mucho menos, podemos, a título de ensayo, espigar algunas consideraciones.

Las situaciones de abundancia, y de escasez, están presentes en la historia, y forman parte de la vida de los pueblos, razón por la cual no deberíamos sorprendernos de su aparición en el contexto actual.

Cuando los países disfrutan de períodos de abundancia pueden ser víctimas de una ilusión: ¡la prosperidad será para siempre! Una creencia sumamente peligrosa que no favorece el que se tomen medidas preventivas, frente a una posible situación de escasez.

Además, si no tenemos conciencia de lo frágil que puede llegar a ser nuestra aparente seguridad económica, corremos el riesgo de instalarnos en una actitud de derroche, y de irresponsabilidad, en el uso y el disfrute de los recursos.

Cuando hay abundancia, nadie quiere escuchar hablar de ahorro, ni de recortar gastos, ni de austeridad. Me imagino que para guardar el quinto de las riquezas, los egipcios tuvieron que hacer algún esfuerzo, eso está claro.

Precisamente por eso, esta historia habla de un uso racional e inteligente de los medios económicos, especialmente en los tiempos de abundancia. Saber administrar con sabiduría el fruto del trabajo, y la riqueza de la tierra, con criterios de equidad y prudencia, con la humildad de saber que mientras vivimos nunca tendremos una absoluta seguridad sobre las circunstancias de nuestra vida.

Administrar sabiamente los recursos que Dios pone en sus manos es un carisma del que goza José desde el principio de la narración: cuando trabajaba a las órdenes de Putifar (39, 5 y ss.), y también en la cárcel, (39, 23). Su sabiduría como líder llega a plenitud en el ejercicio de su misión como Primer Ministro.

Deberíamos pedir todos al Señor ese don: saber administrar con sabiduría los bienes que nos ha confiado. Especialmente los que tienen cargos de gobierno, necesitan este carisma.

Otro aspecto interesante que aparece en esta historia, es la intervención directa del Estado como responsable de la seguridad alimentaria de la población. A pesar de lo que digan los sacrosantos dogmas del liberalismo económico, los países no pueden permanecer pasivos a la espera de que el “mercado” arregle los problemas por sí mismo.

Sí el Faraón hubiera sido un militante del credo liberal, le hubiera respondido a José que no intervendría en la economía del país, sino que dejaría que el “mercado” ajustase las cosas por su cuenta, aunque la mitad de la población se quedara en la cuneta, y pasara hambre.

Afortunadamente, no fue así.

Hoy, en Europa, sufrimos los estragos de una política de no intervención de los Estados, ni como promotores de la actividad económica, ni en la creación de empleo, ni en la asistencia a la población en sus necesidades más básicas de subsistencia, ni siquiera poniendo freno a la voracidad especulativa de los mercados financieros. Nada.

Cuando el Estado deja de cumplir su misión de defender a la población en riesgo de pobreza, de crear las condiciones para que todos logren vivir dignamente, y no solamente un grupito, ese Estado ha perdido su sentido moral.

Es el reino del neoliberalismo salvaje.

Una política, como se ve, opuesta totalmente a la sabiduría de la Biblia, y que en España ha producido 5.000.000 de desempleados, y más de 1.700.000 hogares sin ingresos.

Con la historia de José, la Palabra de Dios nos enseña que los gobiernos han de actuar con responsabilidad de cara a la población, y servir de garante para que el hambre y la pobreza no se instalen en ella.

Es una reflexión interesante.

No se trata de abandonar las políticas de austeridad, que seguro también aplicó José en  Egipto, sino de recuperar el sentido social de la economía, que debe estar al servicio del ser humano, y no en función del lucro, o de los intereses de la banca.

Es lógico que buena parte de la ciudadanía española, en la actualidad, responsabilice a los políticos de la penuria económica que padecemos. Hemos soportado, en estos últimos años, el peso de una dirigencia carente de una visión sensata sobre el manejo de las riquezas del país. Algunos, no todos por supuesto, se han aprovechado de su posición para enriquecerse, abandonando su misión de administrar, con honestidad y prudencia, los bienes que son comunes a todos.

Desde este relato, comprendemos la importancia de tener al frente de la cosa pública a hombres y mujeres sabios y prudentes, de solvencia moral, que sepan gerenciar los recursos con criterios de previsión y eficiencia.

En este sentido, José como líder es, sencillamente, extraordinario. Administra rectamente los asuntos que se le encomiendan, y procura la prosperidad allí por donde pasa. Es un hombre digno de fiar, con un corazón generoso capaz de perdonar a sus propios hermanos que lo han vendido como esclavo. No abusa de su posición para vengarse de aquellos que le han hecho daño, ni pretende su propio interés.

Su seguridad en sí mismo es absoluta, no le dice al Faraón lo que quiere escuchar, como hacen los aduladores de turno, sino aquello que entiende es la verdad.

¡Ojalá tuviéramos en nuestro mundo de hoy, y en España, muchos dirigentes como José!

Dios, el sentido último de la historia, y de sus crisis

Aunque siento que no he agotado el tema, concluyo con una enseñanza que está en el trasfondo del relato: el sentido de los acontecimientos en la vida de José, y que se sintetiza en una idea que repite dos veces a sus hermanos:

Yo soy vuestro hermano José, a quien vendisteis a los egipcios. Ahora bien, no os pese mal, ni os dé enojo el haberme vendido acá, pues para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros (…) O sea, que no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios, y él me ha convertido en padre de Faraón,...(Gen. 45, 4-5. 8)

Y más adelante, el mismo pensamiento:

Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, un pueblo numeroso (Gen. 50, 20)

Es decir, todas las desgracias que han ocurrido en la vida de José: el ser vendido como esclavo por sus propios hermanos, el sufrir la cárcel por una acusación falsa, etc., Dios las ha permitido porque esperaba obtener un bien mayor en la vida de su siervo.

Esta convicción, que recorre toda la Biblia, me llena de profunda esperanza.

El sentido último de nuestras crisis, y de nuestros sufrimientos, está en Dios que conduce con amor providente nuestra vida, y que busca siempre lo mejor para sus hijos e hijas, pues todo lo permite siempre para nuestro mayor bien.

Que se nos conceda la fe para tener esta visión de la historia, y de sus crisis, la misma que tuvo el israelita José, el hijo de Jacob, el que llegó a ser Primer Ministro del Faraón. Amén.

Marcelo

4 comentarios:

  1. Saludos desde Venezuela. Dios te bendiga varón. La Biblia dice en el libro de (Stg.1:5) "Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada". Amén.

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    1. Un saludo para ti también, desde esta isla siempre recordando a mi querida Venezuela. Gracias por compartir esa cita de Santiago, la gran promesa que nos hace el Señor de hacernos partícipes de su sabiduría. Bendiciones

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  2. gracias por compartir una historia biblica emblematica como fue la de José al confiar en Dios, el nos deja un excelente legado como lo fué Jesucristo tambien

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  3. Toda la humanidad esta apta para pasar por una crisis, bien sea <> <> o <> para que todos podamos reconocer que en medio de la crisis Dios, el Soberano Rey se glorificará. Tomando en cuenta lo que le pasó al Faraón mientras gobernaba, todo era una señal para que Dios trajera su reino a Egipto por medio de José.
    Bendiciones de lo Alto, desde Maracaibo-Venezuela
    Alef-Bet Internacional

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